miércoles, 21 de septiembre de 2011

Y...allí estaban



Y allí estaban, apostados en la barra del bar sin más compañía que batallas perdidas.
- ¿Qué pasó?
- Supongo que mi pasado no encajaba en su futuro, o en su presente... ya no lo sé.
El la miraba, sentada, frágil, como una muñequita de cristal a punto de estallar en mil pedazos. Quiso cogerle la mano, pero lo pensó mejor y no lo hizo. Ya no tenía sentido. Y pensó para si lo injusta que a veces resultaban la vida y las personas. Allí, observándole sus ojos tristes quiso agarrarla del brazo y llevarla a cualquier parte, lejos de cualquier ser que pudiera dañarla. Huir lejos y empezar de nuevo, montarla en un coche y no volver jamás.
- Te conozco lo suficiente como para saber que no tienes nada de lo que avergonzarte.
- No le dije la verdad... .
“Como no.” pensó. “Siempre tan... ella, dando una vuelta de más a cualquier tuerca”. Y lo más horrible de todo, es que era capaz de entender porque lo había hecho. Sólo para saber si quién decía quererla sería capaz de juzgarle, si seguría a su lado a cualquier precio. Por desgracia el ser humano tiene esas miserias, se llena la boca de tolerancia y promesas y huye lo suficientemente rápido como para no tener que recordarlo.
Allí seguía ella, fumándose la vida. Con su cara de niña, de ángel siempre triste. Paseando los dedos por el filo de su copa, clavando la mirada en suelo y mandando sus sueños a cualquier parte.
- ¿Alguna vez te has arrepentido de algo? ¿Cambiarias algo de tu vida si pudieras?.- dijo ella levantando por primera vez sus ojos del suelo.
- Supongo...- dijo más para si que para ella.
Y ella le miró. Le pareció ver que lloraba. Ella, consciente, abrió aún más sus ojos y los movió de un lado a otro con la esperanza de que se secaran, demasiado orgullosa para mostrarse rota.
- Si lo hubieras hecho... no estariamos aquí.- Y una punzada recorrió la espalda de él, sabía que tenía razón.- El pasado define la vida de las personas, pero no las define a ellas. Todas las acciones de mi vida han hecho que esta noche este aquí sentada, pero sigo siendo la misma niña que jugaba a las caninas en el patio del recreo... y lo seré siempre, haga lo que haga.
Y él le regaló media sonrisa que ella no pudo rechazar. Y casi por un momento pareció que el bar quedó en silencio.
- Sólo que el juego se ha complicado un poco ¿no?.
- Demasiado... estoy a punto de tirar las canicas y salir corriendo.
- No digas eso.- dijo casi con súplica. Y una vez más se tentó de cogerle la mano y, por primera vez, lo hizo.
- Estoy cansada. La vida que yo imaginaba no era así, el cuento siempre acababa bien. El príncipe no escalaba la torre para preguntarle a la princesa qué habia sido de su vida antes de que el llegara. Solo subía y la besaba y todo lo demás daba igual.
- Pero la vida no es cuento y los dos lo sabemos.- y la miró deshecha, cavilando, como el niño que descubre que los reyes no existen. Y ella le soltó la mano casi con rabia, negándose a creer.
- Si puede serlo, yo lo intenté, pero no me dejaron. Me juzgaron por un supuesto pasado y ¿Qué hay de ti?.- Y por primera vez el la miró con algo parecido al miedo. - Yo vi tu pasado. No lo descubrí, no te lo pregunté, lo conocí porque estuve allí, vi lo peor de ti. Y, aun así... aun así hubiera ido al fin del mundo si tu me lo hubieras pedido. Habría escalado la torre y no habría preguntado.

Un vaso se hizo añicos contra el suelo y una puerta se abrió. Volvieron a mirarse tratando de no haber dicho ni escuchado nada. La chica de la última mesa elevó su risa por encima de todas las demás, el jóven de azul metió la bola negra y alguién pidió un gintonic. La vida siguió.

Él pidio dos cervezas y ella escondió sus palabras tras el humo de un cigarro
(Nita)

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